Menos es más (y eso también se siente)
El poder del vacío: espacios que respiran y hablan con sutileza.
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El minimalismo no es una moda: es una forma de respirar. Una manera de entender la vida. En casa, se traduce en espacios limpios, luz sin obstáculos y muebles que parecen decir “estamos, pero no estorbamos”.
El error más común es pensar que el minimalismo se trata de vaciarlo todo. No. Se trata de dejar solo lo que importa. Cada pieza tiene un propósito, y cuando todo lo demás desaparece, ese propósito se nota.
Los muebles pequeños y ligeros —mesas que flotan, sofás con patas altas, repisas abiertas— hacen que el espacio parezca más grande. Pero más allá del truco visual, generan libertad. Ese aire entre las cosas se siente como un descanso mental.
El color también juega su papel. Una base clara, detalles en negro o madera natural, y nada más. Las líneas rectas calman, los materiales honestos (madera, metal, algodón) le dan alma. Y aunque parezca contradictorio, la sencillez puede ser cálida si la llenas de luz natural y texturas suaves.
Vivir con menos es una elección estética, pero también emocional. Es soltar lo innecesario y quedarte con lo esencial. Con lo que de verdad te representa.
El vacío bien diseñado no es ausencia: es espacio para respirar.
Cuando dudes de un objeto, guárdalo por una semana. Si no lo extrañas, no lo necesitas.
Así se construye el minimalismo: una decisión a la vez.



